Skip to main content

¿Has oído hablar del autismo y aún no sabes exactamente qué es? No estás solo. Aunque cada vez se habla más del tema, todavía hay muchísima desinformación, prejuicios y dudas en el aire. 

Este artículo es para ti, que quieres comprender mejor qué es, cómo se manifiesta y cómo puedes contribuir a una sociedad más empática e inclusiva.

¿Qué es exactamente el autismo?

El autismo, también conocido como Trastorno del Espectro Autista (TEA), no es una enfermedad, ni algo que deba curarse. Es una condición del neurodesarrollo que acompaña a la persona a lo largo de toda su vida. Afecta principalmente a la comunicación, la interacción social y la forma en la que la persona percibe y se relaciona con el mundo.

El término “espectro” es clave: hay tantos tipos de autismo como personas autistas. Algunas pueden tener grandes dificultades para comunicarse o adaptarse a cambios, mientras que otras tienen un nivel de autonomía alto, pero enfrentan barreras invisibles todos los días.

Señales tempranas del autismo

Detectar el autismo cuanto antes puede marcar la diferencia. Algunas señales que pueden aparecer en la infancia son:

  • Poco contacto visual o escasa respuesta a su nombre.
  • Ausencia de juegos simbólicos o de imitación.
  • Dificultades para relacionarse con otros niños o para interpretar gestos y emociones.
  • Conductas repetitivas o intereses muy intensos en temas concretos.
  • Hipersensibilidad a sonidos, luces, texturas o sabores.

Ojo: ninguna de estas señales por sí sola implica que haya autismo. Pero si se presentan varias, es recomendable acudir a profesionales para una evaluación más completa.

¿Qué lo causa?

A día de hoy, no hay una causa única conocida. Se sabe que hay un fuerte componente genético, pero también pueden influir factores ambientales durante el embarazo o el parto. Lo importante es dejar claro que nadie tiene la culpa. Esta condición no es consecuencia de una crianza “mala” ni de vacunas ni de pantallas. Es una forma diferente de funcionar, ni mejor ni peor.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico no es sencillo y requiere tiempo. Generalmente, lo realiza un equipo multidisciplinar (psicólogos, pediatras, neurólogos…) que evalúa:

  • El desarrollo del lenguaje.
  • Las habilidades sociales.
  • El comportamiento repetitivo o inusual.
  • La historia del desarrollo infantil.

Cuanto antes se realice el diagnóstico, antes se podrán poner en marcha los apoyos que cada persona necesita. Porque sí, el apoyo temprano cambia vidas.

El autismo en la escuela

Muchos niños y niñas con autismo están escolarizados en centros ordinarios. Con apoyos adecuados —adaptaciones curriculares, atención especializada, acompañamiento emocional— pueden aprender, participar y disfrutar como cualquier otro alumno.

La clave está en que la escuela se adapte al estudiante, no al revés. Y no hablamos solo de adaptar contenidos, sino también actitudes. Educar al resto del aula en empatía, respeto y diversidad es tan importante como enseñar matemáticas.

El autismo en la vida adulta

¿Y qué pasa cuando se hacen mayores? Esta condición no se “cura” al cumplir 18 años. Las personas adultas autistas siguen enfrentando desafíos, sobre todo en el acceso al empleo, a la vivienda y a relaciones sociales estables.

Sin embargo, con las oportunidades adecuadas, muchas personas con autismo pueden trabajar, estudiar, vivir de forma autónoma o participar activamente en su comunidad. La clave no está en “normalizar”, sino en respetar sus formas de ser.

Mitos y verdades sobre el autismo

A lo largo del tiempo se han generado muchos mitos que hay que desmontar:

  • “Las personas con autismo no tienen emociones” → FALSO. Tienen emociones, y muy intensas. Solo las expresan de forma distinta.
  • “No se relacionan con nadie” → FALSO. Muchas personas con autismo desean relaciones, pero les cuesta iniciarlas o mantenerlas.
  • “Todos son iguales” → FALSO. Cada persona con autismo es única. Algunas necesitan mucho apoyo; otras muy poco.
  • “Son genios o tienen talentos extraordinarios” → A VECES. Algunos tienen habilidades especiales, pero no es la norma.

¿Qué tipo de apoyos necesitan?

Los apoyos no son un “favor”. Son un derecho. Y pueden marcar una gran diferencia en la calidad de vida de una persona con autismo. Algunos ejemplos:

  • Educativos: profesionales de apoyo, planes individualizados, comunicación aumentativa.
  • Laborales: empleo con apoyo, entornos predecibles, supervisión empática.
  • Familiares: orientación, redes de apoyo, respiro familiar.
  • Sociales: ocio inclusivo, espacios tranquilos, accesibilidad cognitiva.

Cada apoyo debe adaptarse a la persona, no al diagnóstico.

El papel de la familia

Las familias son el primer entorno de apoyo y también uno de los más afectados. Acompañar a una persona con autismo puede ser maravilloso, pero también agotador. Por eso es tan importante que las familias reciban información veraz, recursos, acompañamiento emocional y redes donde no se sientan solas.

¿Cómo puedes contribuir tú?

Quizá no tengas a nadie con esta condición en tu entorno. O eso crees. Porque el autismo muchas veces no se ve, pero se vive. Y tú también puedes marcar la diferencia:

  • Escucha sin prejuicios.
  • Usa un lenguaje respetuoso (sí, decir “persona con autismo” importa).
  • No critiques lo que no entiendes.
  • Comparte información contrastada.
  • Apoya iniciativas inclusivas.

¿Por qué hablar de autismo?

Porque la visibilidad es el primer paso hacia la inclusión. Porque no basta con tolerar: hay que respetar, comprender y transformar. Porque cada persona, con o sin autismo, tiene derecho a vivir con dignidad, participar en la sociedad y ser valorada por lo que es.

Desde ASPRONA, trabajamos cada día para que la diversidad no sea una barrera, sino una riqueza colectiva. Porque cuando hablamos de autismo, no hablamos solo de una condición, hablamos de personas. Y cada una cuenta.